#PDF #POESÍA Simulación dinámica (fragmento) | Jeanne Karen


En 2015 publicamos este dossier de la escritora Jeanne Karen. Comenzábamos a trabajar en nuestro objetivo de difundir la obra de escritores mexicanos. Los invitamos a leer un fragmento de la publicación, comentar y compartir. 

ANZUELO


Uno no se pertenece a sí mismo. Somos parte de un universo al que llamamos todo. Tan insignificantes, encerrados en nuestra propia materia, en el trozo de carbón que nos dibuja y da forma. Más allá de la mirada, a nadie debe importarle mi día, mi noche, las veces en que he caído, las veces en que aprendí a volar.
          Comienzo del blanco, arrojando palabras al vacío de la hoja para verlas madurar, árboles solitarios. En la oscuridad algo se enciende, es la palabra corazón que se desangra y se parte. La palabra camino deja ver sus piedras refulgentes y un letrero sobre mi cabeza dice: sígueme. Tomo el rumbo del mar, en la penumbra su sal y mi sed se reconocen. La playa es bífida, siento al animal que me persigue. Soy una estrella de carne. La soledad no tiene sombra. La luz de mi piel es un rastro, el anzuelo. Me doy a las aguas, recuerdo el primer día, Tritón en la historia de la entraña. No pertenezco al horizonte de nubes después de todo. La casa está en el lecho. Aquí también hay resplandores, monstruos, reminiscencia del cretáceo, animales eléctricos. Las profundidades de la mente están demasiado habitadas. Salgo por una laguna. Los ácidos del tiempo se llevaron la vida. Lo que resta es el silencio.


FILOS (ESCENA)

Atada a un árbol, el relámpago ceñía el cuerpo, la luz bajaba por sus piernas. Él permanecía ahí como otro elemento. Su rostro era mitad demonio-mitad hombre, sin embargo su espalda conservaba la tibieza y la hermosura de otros días. Confió demasiado en sus palabras, lágrimas, eco de tempestad al fondo; la penumbra nacía desde la boca, para terminar en esa calle que era despedazada cada tarde por el metal de los trenes. La falda le quedó a medio subir, las nalgas blancas resplandecían bajo la fronda, él la hizo besar el tronco, para después penetrarla una y otra vez con toda su fuerza, violentamente hasta hacerla sangrar, mientras le gritaba para que no te olvides que eres mía, sólo mía. Ella le suplicó déjame, pero su voz se perdió en la tormenta.  El semen hacía aún más luminosos sus muslos. Ella sonrió, tenía un filo en la mirada. Se despidieron con un beso, agotados. Un retoño crecía entre ellos. Los monstruos.




LO BLANCO DEL OJO (ESCLERÓTICA)
Es verdad, no tengo fiebre ni he tenido por largo tiempo, no padezco de ninguna enfermedad hepática; mi pulsación no ha provocado derrames. Desvelarse altera lo blanco del ojo y el alcohol también, tal vez el humo del cigarro hace que se torne un poco grisáceo. El cansancio forma sobre la esclerótica pequeñas venas rojas. Lo blanco de mi ojo es realmente blanco. A través de mi mirada podrías ver: a un muerto caer del árbol, un par de lunas sin violetas, una calle donde prospera la selva, un boulevard infestado de luciérnagas y ratas o solamente podrías ver un puño dirigirse hacia tu rostro. Lo importante no es salir, estar bajo las lámparas; en el espectáculo y en la farándula destacan los changos en monociclos. Para crear no es necesario quemarse las manos, arrancarse una pierna, modificarse la cabeza.  Para crear tienes que hacerte un tatuaje terrible, robar una motocicleta y estrellarla en una barda alta y coronada con alambre de púas, ponerte un diente de oro, caminar por las calles con una caja de música y masticar la bailarina, detener el tráfico de nubes en octubre, enamorarse de los ojos color granizo. Aferrarse a las ideas y a las palabras es para los que no tienen alma, para los condenados. Lo blanco del ojo, lo verdaderamente blanco, es seña de una vida disciplinada, de una locura trasparente, de un corazón dinamitado.

PARVADA PARA OSCURECER EL MEDIODÍA

Abrí los ojos y el día era un árbol de luz a mitad de la sala. Mis sueños descansaban sobre cada objeto, una chamarra enorme y caliente, los guantes, un par de lentes: de sol y para la carretera, una máscara para protegerme del frío. No hay nada, ni un espejo, amuleto, oración que me cuide, que me guarde del filo de tus ojos, tu mirada entra por mi cuerpo, me recorre, cada que estás cerca, siento como todo cae, la realidad se derrumba y en mi mente crecen historias lejanas. A veces quisiera esconderme entre tus brazos, ahí a mitad de la calle o en una vieja explanada donde queda el eco de lo que fue, donde parece que una parvada de pájaros pasa y oscurece el mediodía por un instante. Tú eres mi paisaje, creces en mí, habitándome. Nada te pido, con lo que tengo de ti soy feliz, porque me das el enorme gozo de imaginarte cuando no te tengo, y no hay un regalo tan perfecto como el hecho de estimularme, soy inquieta. Muerdo mis labios, estoy húmeda, te pienso, quiero sentarme en tus piernas, acariciarte por largo tiempo, perderme en ti por completo, mi bosque. Mientras conduces la motocicleta, te toco, acaricio tu cuerpo tan deseado, tan amado, porque cuando estamos juntos y en soledad, me mueves, te amo con cada mínima parte de mi ser, intensa, apretada, extraña, me haces vivir y morir. Quiero regalarte la llave de mi mundo: entra por mi corazón. 

Yo soy la parvada de pájaros, tú eres el sol atravesándome.

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JEANNE KAREN (San Luis Potosí, mayo de 1975), poeta, editora, activista cultural y tallerista. Tiene seis libros publicados: Canto de una mujer en tierra, Cuaderno de Ariadna, La luna en un tatuaje, El club de la tortura, Hollywood, Cementerio de elefantes y algunas antologías. Su obra ha sido difundida a través de varios medios impresos y electrónicos en México y en otros países. Una escuela de nivel básico lleva su nombre. Tiene tres poemarios inéditos.  Ha sido becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes, en la categoría de creadores con trayectoria, en el área de Literatura y ha ganado varios premios, entre ellos el Premio Manuel José Othón y el Salvador Gallardo Dávalos. Actualmente dirige el taller “Arte, poesía y demolición”.

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