ACERCAMIENTOS Versos desde el silencio. La poesía de Melbin Cervantes | Ángel Augusto Uicab

 

Camino por la playa. Mis huellas se impregnan en la arena.

Las olas del mar borran las huellas y de la espuma se desprende un cardumen de golondrinas blancas que sube al cielo nublado.

El sol matutino que bañaba de esperma de luz las avenidas, los edificios, la copa de los árboles, los faros, las casas, las cosas… ya no se mira. No puedo verlo, busco su rostro en el espejo del mar pero sólo encuentro una oscuridad que hiere mis ojos. Ahí en el malecón entre el vaivén de los botes surge Leviatán herido de muerte, pero no es nada más que una ilusión que me he creado.

La lluvia cae, es una fina y gris cortina que separa a la Isla de las Golondrinas del resto del mundo. "La lluvia cae, es tan pesada, sin transparencia y quema". Todo lo empaña, todo lo silencia. La isla es una porción de tierra muda, mi cuerpo es una porción de carne que dentro del silencio y la inmovilidad crea un caos, grita violentamente. Miro hacia el cielo en busca de respuestas, hilillos de agua corren por mi cara, recuerdo aquello que ha dicho el poeta: "que el llanto en esta vida es lo mejor que hay".

Las huellas que dejó el silencio es la ópera prima de Melbin Cervantes (Cancún Quintana Roo, 1991). El autor obtuvo Mención Honorífica en los concursos de poesía Flores a Cozumel 2014 y Memorias de una Isla 2015. Ha publicado en revistas digitales: Bistró, Hoy lo leo, FACTUM, entre otras. Actualmente radica en Cozumel.

El silencio sólo se menciona en el título, pues encontramos poemas llenos de ruido, gritos, canto, estruendo, música: el armonioso canto de los cuervos, la voz de los insectos, las voces de la playa ("nos tumbamos en la arena, sobre ruidos de guerra y voces de caracoles, y conchas marinas"), el bullicio citadino, los gemidos del alma, los murmullos del hombre, el golpeteo de las gotas de lluvia en el tejado. El cuerpo también en su silencio hace ruido "es un instrumento quieto". Todo silencio es un pretexto para escuchar la voz interior, un diálogo con uno mismo: "Hemos sacrificado el silencio, para oír los zumbidos luminosos de [nuestras] las vanas conversaciones". 
 
En Las huellas… la poesía que Melbin nos presenta es sombría. Surgen de los versos imágenes oscuras y nostálgicas: “Apagada lámpara, en el olvido de la noche es la esperanza”, “Soy un cráneo abierto donde las mariposas buscan sepultura”. La mayoría de ellos se ubican en paisajes nocturnos, "se siente la ausencia de un amanecer": "La escamada luna tiende niebla sobre el cerro… mi armónica no para de llorar en esta fría noche", "Entre piedras y silencios, la oscura noche vuelve, paseando un vestido de marismas y vientos", "Salí al encuentro de mi sueño, porque era fresca y ligera la noche, cuando el triste oro de la luna llena cayó sobre la charca de mi mente".

En el libro siempre está lloviendo: “las nubes se agazapan como un cardumen brillante”, “la lluvia que cae empaña de gris [el mundo]”. Llover es también llorar por eso cae “tan pesada, sin transparencia, y quema”. La lluvia es el mejor lugar para derramar las lágrimas –recuerdo a la desdichada Ma Paker personaje de un cuento de Katherine Mansfield, que encontró en la lluvia el mejor lugar para llorar–, por eso el poeta dice: “que el llanto en esta vida es lo mejor que hay”. Alivia.

El mar está presente en Las huellas… la arena de la playa es el lugar donde el silencio deja su marca: "el mar está tranquilo… la espuma brinca sobre nosotros bañando nuestros muslos", "sigo las huellas que dejó el silencio, atendiendo en suspenso las voces de la playa que llamean entre el fuego líquido del Caribe", "Nos tumbamos en la arena, sobre sus ruidos de guerra y voces de caracoles, y conchas marinas”. En algunos poemas podemos encontrar guiños sobre Cozumel, lugar donde radica el autor: "El sol se esconde en las vidrieras de los monumentos al buceo galáctico, a la golondrina oculta”, "…en su vientre, nacen de espuma: golondrinas blancas". Cozumel es conocido en el mundo como uno de los mejores lugares de buceo, es también conocido como la Isla de las Golondrinas. Pero no encontramos las aguas de azul turquesa que caracterizan a la isla, si no que dada la temática oscura del libro el autor nos presenta al océano de esta forma: "Mis ojos se cierran, tratan de dibujar alguna orilla pero el mar me agarra y me devuelve sin rumbo al océano gris".

Esta es la poesía que nos presenta Melbin Cervantes en Las huellas que dejó el silencio. Una propuesta fresca y una particular visión del mundo que el lector adoptará a lo largo de la lectura, aquí una muestra:

No sé quién soy. ¿En realidad he nacido?
hay mitos sobre un niño a punto de morir,
que abrió los ojos antes de tiempo.
He puesto los pies sobre un camino que nadie conoce.

El autor, busca –e invita a buscar– tras un diálogo con el mundo, con la naturaleza, y consigo mismo; esclarecer todas sus dudas y no solamente hallar: El silencio del mundo.

Las huellas que dejó el silencio
Melbin Cervantes
Ediciones O
México, 2016
40 pp.

Libro disponible en Ediciones O ~ Bistró

ÁNGEL AUGUSTO UICAB (Mérida, Yucatán, 1988). Un relato suyo fue publicado en la antología #ESCRIVIVE-PLAYA (GRECA, 2016) de Playa del Carmen. Ha publicado en las revistas digitales: Monolito, REVARENA, FACTUM, Bitácora de Vuelos, Cirrosis. Actualmente escribe la columna “La memoria del pájaro” en la Revista delatripa.

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