LETRONAUTA Estigma | Wilberto Palomares


“La pluma es más poderosa que la espada. De ti depende el poder de las palabras.”
Efímero, levedad, amor, etéreo. Son algunas de las llamadas “palabras más bellas del español”. Las amamos, las usamos a diario, a propósito, porque nos gusta sentirlas en la lengua o verlas salir de la pluma.

Pero, ¿qué hay de las otras palabras? Las feas, las difíciles de pronunciar, las confusas, las malas y sucias. ¿Qué hay de infierno, arma, muerte, guerra, imbécil? Todo en nuestras vidas es “equilibrio”. Nos premian cuando hacemos algo bueno, nos castigan por hacer algo malo. Lo mismo pasa con las palabras.

Mientras crecemos y vamos aprendiendo a comunicarnos con otros memorizamos palabras y significados, tratamos de pronunciar la r y de recordar cuáles vocales son fuertes y cuáles débiles. Y un día cualquiera, mientras repasamos qué letra viene después de la t, nos frenan.

Cariñosamente, nuestra madre en casa y la maestra en la escuela nos dicen: “Los niños buenos no dicen palabras sucias”, y nos dan una lista de vocablos impronunciables. El castigo por desobedecer nunca es claro (lavarnos la boca con jabón, una semana sin salir a jugar, un mes sin televisión) pero la advertencia nos sigue como nuestra sombra en verano.

Y así crecemos. Así vamos por la vida. Presumiendo las palabras buenas y escondiéndonos de las malas. La verdad, cuando niño, nunca entendí por qué algunas palabras estaban prohibidas. Aún hoy, ya rebasados mis treinta años, sigo sin entenderlo.

Creo que las palabras están más allá del bien y del mal, más allá de las definiciones de diccionario y los juicios morales. Somos nosotros quienes las convertimos en armas. De nosotros depende si al amor de nuestra vida le recordarán que siempre estaremos ahí, o al taxista, que casi nos atropella, que tiene un pase directo al rincón más oscuro del averno, junto con su progenitora.

¿No me creen? Pensemos en la palabra “adicción”. Inmediatamente pensamos en alcohol, drogas, muerte, dolor, sufrimiento. ¿Y si les digo “adicción al chocolate” o “adicción a los libros”? Ah, entonces la adicción es algo bueno, a qué aferrarse para ser felices, algo digno de presumirse, incluso.

Hay un viejo refrán: “La pluma es más poderosa que la espada”.  Déjenme completarlo: “La pluma es más poderosa que la espada. De ti depende el poder de las palabras”. Neruda enamoró a generaciones enteras con sus palabras, simples y dulces palabras, al mismo tiempo que Hitler las usó para sembrar odio y caos en el mundo.

No debería haber una lista de palabras feas, prohibidas o malas. Aún el más vil vocablo de nuestro lenguaje, es parte de nosotros y debemos estar orgullosos. Tarde o temprano habremos de expresarnos con alguno de ellos.

Abracemos a todas esas palabras rechazadas, señaladas, denostadas. Aprendamos a convivir con ellas y hacerlas parte de nosotros. Tomemos el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española para cambiarle el título. Ahora se llamará “Las palabras más bellas del español”.


WILBERTO PALOMARES. Autor del libro Supervisor de nubes, publicado en febrero de 2015 por el CONACULTA. Finalista del concurso de poesía "Vientos de octubre" en España en el año 2011. Egresado del taller de creación literaria "Cuentos" impartido por el reconocido escritor y compositor Armando Vega-Gil y del taller "D Generación Literaria" impartido por Agustín Benítez Ochoa. Dramaturgo de los unipersonales “Dijo que se quedaría... y le creí” y “Loca de amor”. Autor de al menos 70 cuentos y tres novelas. Actualmente trabaja en su cuarta novela La noche de los girasoles y en la antología poética De vaqueros, trenes y poetas.

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