CUENTO El agujero | Gerardo Miguel Ugalde Lujan

Regresé al útero. Maldita sea esta celda. Mis ojos, ya no deben servir, están acostumbrados al color negro, aunque a veces también percibo el gris.
Lo peor de estar solo es que uno se pone a pensar.  La soledad es como la oscuridad. Un vacío. Es extraño explicarlo. No tener contacto con nadie es tal vez una de las experiencias que acercan al hombre con la muerte. Necesitamos sentir al otro. Los locos lo son por ausencia. O por demasía.  La gente hace lo que sea por estar cerca de alguien siempre y cuando sea únicamente por unos minutos o por toda la eternidad. Eso hace de la soledad la equivalencia de la muerte. Hasta la vida necesita de compañía. Un conjunto de esencias organizadas por un extraño orden que es imposible de comprender por tantas definiciones que inventamos. Estar solo no es normal. Lo que en verdad parece es un castigo. Quien  haya vivido la soledad me entenderá.

De que sirve hablar en voz alta

Estoy pensando de nuevo.

Pero ya me harté de pensar en cómo salir de aquí.

He perdido el sentido de la realidad.

Me lleva la mierda.

Putamadre.

Imaginen la noche, una hermosa, negra, callada, casi perfecta. Pequeñita, dura y húmeda. Como una mujercita… casi como para abrirle las entrañas y sentir su vida. Eso es lo que yo quiero en estos momentos, destripar, con furia arrancar estos ladrillos y, así, poder largarme de este maldito lugar. De esta increíble e imposible situación en la que me encuentro.

¿Por qué diablos estoy aquí?

Como sea este castigo me está empezando a matar. Quiero ya morir de hambre, pero no, voy a estar aquí días, años; largos e infinitos momentos, porque no sabré si es de día o de noche.

Regresé al útero. Maldita sea esta celda. Mis ojos, ya no deben servir, están acostumbrados al color negro, aunque a veces también percibo el gris. No tengo el valor de morderme la lengua o clavar mis dedos a la yugular. El dolor no, soledad y dolor no, no creo que mi mente esté preparada para eso todavía.

¡Por favor...Hambre...Mátame!

Te ruego que no despierte al caer rendido.

Ahora comprendo a Miles Davis. Grito todos los días para esperanzarme a mí mismo. Hablo y hablo en voz alta. ¿Por eso será que los perros aúllan cuando la mayoría duerme? ¿Porque se sienten solos? Yo aulló, silbo, canto, grito, gimo. Lo que sea con tal de que esto sea más llevadero. ¿Cuántos días llevaré aquí? No logro comprender porque no he muerto. Si salgo de aquí le diré a cada budista que conozca que la meditación es una falacia. La iluminación solo la consiguen aquellos que hacen el ruido más estruendoso, no quien haya conseguido el silencio.

Ese zumbido

¿Alguien?

No…mi imaginación.

La luz del sol me deja ciego… esto es lo mejor lo más cercano a Dios. El calor. Y el frío. La santidad de este magnífico lugar, hay voces de gente en todos lados. A mi izquierda hay un niño que ríe por nada, a la derecha un gato que maúlla con alegría. Dios existe. El cielo, mierda, es tan azul. Salí salí salí al fin logré escapar de mi prisión inconcebible. No puedo creerlo. Parecía tan real esta soledad y esta oscuridad que debe ser un sueño

Mi nariz me despertó al oler mierda…

Parecía tan real esta soledad  y esta oscuridad que debe ser un sueño. No puedo creerlo. Salí salí salí al fin logré escapar de mi prisión inconcebible. El cielo, mierda, es tan azul. A mi izquierda hay un niño que ríe por nada, a la derecha un gato que maúlla con alegría. Dios existe. La santidad de este magnífico lugar, hay voces de gente en todos lados. Y el frío. El calor. La luz del sol me deja ciego… esto es lo mejor lo más cercano a Dios.

No…mi imaginación.

¿Alguien?

Ese zumbido

La iluminación solo la consiguen aquellos que hacen el ruido más estruendoso, no quien haya conseguido el silencio. Si salgo de aquí le diré a cada budista que conozca que la meditación es una falacia. No logro comprender porque no he muerto. ¿Cuántos días llevaré aquí? Lo que sea con tal de que esto sea más llevadero. Yo aulló, silbo, canto, grito, gimo. ¿Por qué se sienten solos? ¿Por eso será que los perros aúllan cuando la mayoría duerme? Hablo y hablo en voz alta. Grito todos los días para esperanzarme a mí mismo. Ahora comprendo a Miles Davis.

Te ruego que no despierte al caer rendido.

¡Por favor...Hambre...Mátame!

El dolor no, soledad y dolor no, no creo que mi mente esté preparada para eso todavía. No tengo el valor de morderme la lengua o clavar mis dedos a la yugular. Mis ojos, ya no deben servir, están acostumbrados al color negro, aunque a veces también percibo el gris. Maldita sea esta celda. Regresé al útero.

Quiero ya morir de hambre, pero no, voy a estar aquí días, años, largos e infinitos momentos, porque no sabré si es de día o de noche.  Como sea este castigo me está empezando a matar.

¿Por qué diablos estoy aquí?

De esta increíble e imposible situación en la que me encuentro. Eso es lo que yo quiero en estos momentos, destripar, con furia arrancar estos ladrillos y, así, poder largarme de este maldito lugar. Como una mujercita…casi como para abrirle las entrañas y sentir su vida. Pequeñita, dura y húmeda. Imaginen la noche; una hermosa, negra, callada, casi perfecta.

Putamadre.

Me lleva la mierda.

He perdido el sentido de la realidad.

Pero ya me harté de pensar en cómo salir de aquí.

Estoy pensando de nuevo.

De qué sirve hablar en voz alta.

Quien  haya vivido la soledad me entenderá.  Lo que en verdad parece es un castigo. Estar solo no es normal. Un conjunto de esencias organizadas por un extraño orden que es imposible de comprender por tantas definiciones que inventamos.  Hasta la vida necesita de compañía. Eso hace de la soledad la equivalencia de la muerte. La gente hace lo que sea por estar cerca de alguien siempre y cuando sea por solo unos minutos o por toda la eternidad. O por demasía. Los locos lo son por ausencia. Necesitamos sentir al otro. No tener contacto con  nadie es tal vez una de las experiencias que acercan al hombre con la muerte. Es extraño explicarlo. Un vacío. La soledad es como la oscuridad. Lo peor de estar solo es que uno se pone a pensar.


GERARDO MIGUEL UGALDE LUJÁN. Escritor, lector, dibujante, creador de cortometrajes bajo el sello que él mismo creó junto con Claudio García y Pablo Montiel, que responde al nombre de Tortura Films. No tiene muchos estudios, es un autodidacta a palos. Le gusta el buen vino, la literatura, la música y el cine. No tiene ningún logro importante que presumir. Nació en Guadalajara, Jalisco en 1989.

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