BLANCO La empatía de la sangre: Base Atenas, de Fernando Trejo | Daniel Medina


Si tuviéramos que describir, hallar o proponer la poética utilizada por Fernando Trejo en Base Atenas (Mantis Editores, 2016) diríamos, o más bien diría y estando satisfecho, que la pregunta la responden ciertos versos con tono aforístico de José Ángel Valente, incluidos en su libro Al dios del lugar (Tusquets, 1989): “Quedar / en lo que queda / después del fuego, / residuo, sola / raíz de lo cantable”. Se trata, pues, de una revisión generacional, un listado de los nombres que conforman la estructura de la familia con todo su pasado, presente y futuro. El poeta pone sobre la página al hijo, al padre y al abuelo, figuras que van intercambiando roles tal y como dicta la memoria. En el recuerdo entonces, en lo vivido alguna vez, se encuentra la materia prima de estos poemas que algo comparten también con la poética de Solana (FETA, 2014), anterior libro del Fernando.
Existe en varios de los textos cierta narratividad que va forjando un árbol genealógico. No es un secreto que en los últimos años Fernando ha tenido especial interés por escribir la muerte, esa tarea que parece imposible pero termina produciendo una especie de escritura sanadora, un saldar deudas con uno mismo y con los otros. Así, Base Atenas transita entre el libro médium y el libro memorial, la escritura-homenaje. En poemas como “Fotografía con brazo enyesado” conviven el padre y el hijo en un jardín de niños, un Maverick con toda su carga emotiva y la música de Chico Che; una vez inmerso en el mundo de la memoria, una vez recreada esta postal con un tono melancólico aunque seguro, el poeta se preocupa por regresar al presente, porque el pasado es el residuo del ahora y es imposible habitarlo: “Me deslizo, entonces, / sobre la resbaladilla, / desaparece primero tu moreno brazo, / desaparezco yo después, / y como si así se me escapara el miedo, / me olvido que tu Maverick / suena, y se aleja y a traviesa la memoria / detrás de la puerta del jardín”.
Un libro se llena de fantasmas, irremediablemente, cuando la vida del poeta está llena de los mismos. En Solana, Fernando Trejo nos contó sobre Carlos, su primo fallecido; nos contó la desgarradura desde la herida abierta, desde la sangre. En Base Atenas cuando se habla de fantasmas se habla de cicatrices: la herida yace en algún sitio pero es ligeramente borrosa y parece no causar dolor: “Papá, / en casa existen ruidos / que no he hecho yo, / ni tú / y tampoco mamá / ni Carolina/ No tengamos miedo, decías. // Ruidos / que son Carlos / en la caricia naranja de la tarde”. Es decir, Fernando escribe ahora sobre Carlos y todos los fantasmas que habitan la familia no a través de una serie de correspondencias y de escritura médium sino a través de un diálogo con los vivos. Base Atenas es sobre todo un libro sobre la vida, más que de la muerte, es un libro sobre la enseñanza que pasa de generación en generación a pesar de todo: “Y mi hijo no / se contenta / si un domingo no visita / la casa del abuelo / aunque esté toda / repleta de fantasmas”. Nótese que el abuelo aquí es quien anteriormente era el padre porque a la línea generacional se agrega Iñaki, el hijo de Fernando.
Cuando hablamos de la figura paterna, podemos dirigirnos de inmediato a muchísimos poetas y a muchísimos padres escritos en diferentes contextos e intenciones: Jorge Manrique, Mark Strand, Jaime Sabines, Sharon Olds, Eduardo Milán y una lista interminable, pero si algo distingue al Padre escrito por Fernando Trejo es que la muerte que se canta no es la suya sino la de Otro que aparece, además, reflejado en el rostro de los vivos. Es una sola muerte la que se canta porque el abuelo, el padre y el hijo terminan siendo uno: “Papá / entonces, supo cómo desde joven / se puede morir dentro / hasta volverse artero, / un cuerpo de metal”. Lo que nos revela Fernando en estos versos es la participación afectiva en la realidad del Otro, de su padre; podríamos pensar que si Trejo escribe sobre esta muerte, y lo hace con una belleza y una carga emotiva aplastante, reconoce el sentimiento sin haberlo vivido, porque la sangre tiene una cualidad empática cuando se trata de la familia.
Así como el miedo es vencido por una caricia, la muerte es trascendida por la herencia, por lo que nos queda de los muertos: “Yo le heredé a mi abuelo / un lunar blanco en la punta de mi fleco. / Por eso papá cree / que ve a su padre en mí. / Lo cuido porque soy / un mechón de canas / que le trae de golpe / los recuerdos de su padre. / Por eso cuido a papá, / porque soy / el más parecido de sus canas”. El tema de la herencia familiar tiene relación también con la vida como un tipo, como un proceso cíclico que se enseña y ha de repetirse de generación en generación, de sangre en sangre: “Papá tuvo también quince años, hijo. / Fue un niño, / como tú, jugando al tren. Pero creció, / como crecerás tú. / Y se casó con tu abuela / y regresó a la ciudad”.
La radio de banda civil y su historia, que da título al libro, se traduce directamente en una forma particular de codificar los sucesos de la vida diaria. El poeta se pregunta repetidas veces el porqué de las cosas; una suerte de posibles respuestas plaga los poemas de la Base Atenas que de pronto se nos revela “Era un cuarto con libros. Empotrado a una plancha de madera, un radio de banda civil Cobra”. Un padre que llama a sus hijos, que los codifica, bajo el nombre de Cristalito, y el porqué de las cosas que el cristal no entiende y sin embargo se responde: “Hermana y yo / te vimos y / te lanzamos un beso transparente, porque cristales somos, / papá. // Qué frágil la materia”.
Base Atenas, que obtuvo el Premio Centroamericano de Poesía Rodulfo Figueroa en 2015, es un cuaderno de vida, un registro del mundo que se construye a partir de lo que resta del fuego, de la ceniza de los que se han ido pero viven en las canas, las fotografías y las canciones del mundo:

Papá:
es válido nombrar
la sombra que se quiebra.

Hoy mi hijo acarició el pasillo
con sus pequeñas manos
y trajo entre los polvos
un poco de tu voz

Este texto fue leído durante la presentación del libro
en el marco de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán
y el 2do Encuentro Literario del Sureste
Mérida, Yucatán 11/03/17

DANIEL MEDINA (Mérida, Yucatán, México; 1996). Es autor de las plaquettes de poesía Mímesis para gusanos (2015) y Casa de las flores (2016). Poemas suyos figuran en las antologías 8° Carruaje de Pájaros y Karst. Escritores de la península yucateca en 2016, así como en diversos medios digitales e impresos como Blanco Móvil, La Gualdra (suplemento cultural de La Jornada Zacatecas) y Parteaguas. Recibió el Premio INBA-CEDART de Poesía 100 años de letras mexicanas (2014), el IV Premio Nacional de Poesía Joven Jorge Lara (2014) y una Mención Honorífica en el I Premio Internacional Caribe-Isla Mujeres de Poesía (2015). Es director de Ediciones O.


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