MINIFICCIÓN De las tantas transformaciones | Ricardo Alberto Bugarín


CAMBIO DE PLANES

Le inyectamos lidocaína y comenzó a hincharse y a hincharse. De un color normal pasó a ponerse violáceo y, en el peor de los momentos, empezó a arquearse, a zigzaguear, se nos quiso tirar al piso. Para contenerlo, le hicimos un tajito y lo metimos en agua purificada. Casi se nos ahoga. La velocidad cinética de la metabolización no funcionaba. Le agregamos sal y se nos quedó duro. Nos le quedamos mirando y decidimos limpiarlo, secarlo bien, y lo volvimos a su caja. Le cambiamos la etiqueta y lo enviamos para otro sector.

ÚLTIMO CUMPLEAÑOS

Se venía destejiendo. Yo la vi desde lejos y noté que algo le sucedía. Avanzaba con rapidez pero observé que iba dejando como una extraña estela detrás de sí. Al llegar a mí y abrazarme ya era un montón de lanitas enruladas. Igualmente le agradecí tanto esfuerzo y una sonrisa silenciosa fue su última presencia.

CONSECUENCIAS DEL FRÍO

Este invierno hace un frío estrepitoso, con decir que se nos hiela hasta la escasa sombra que logramos proyectar con este sol tan débil y melancólico que tenemos.
         Las gárgolas parecen como entristecidas en la altura y más de una se hubiese tirado al vacío si no fuera que conservan conciencia turística y recuerdan que son uno de los atractivos mayores del pueblo. Pero una de ellas se hizo la loca y se bajó una noche y se acomodó en la izquierda del ábside.
         Hoy nos conocen como la iglesia de las diecisiete gárgolas. La número dieciocho se sigue haciendo la loca en su nuevo emplazamiento y no hay tu tía de que se vuelva a su lugar. “Al menos hasta que pase el frío”, nos dijo.

PLAN FAMILIAR

En la aseguradora le dijeron que el plan cubría a toda la familia. Satisfecho volvió a casa, tomó los fósforos y quemó todos los retratos.

EL SUEÑO DEL HÉROE

El héroe duerme. Un lienzo amarillo tiene la misión de cubrir tan lozana y legendaria anatomía. Gira para un lado. Gira para el otro. Se coloca boca abajo y todo un muslo queda al descubierto. Se arremolina. Se toca. Se acurruca. Se enfeta, se lleva el pulgar derecho hacia la boca. Succiona. Una nalga queda al desnudo y vemos que allí lleva grabado el signo de la estrella. Gime. De repente observamos que un líquido abundante va humedeciendo el catre. El héroe sueña. En todo hombre hay un niño, suponemos.

CORRER POR EL AVISO

Leímos el aviso y salimos corriendo. Cada cual pilló al voleo lo que tenía a mano y salimos para la calle. Cuando llegamos al descampado nos la encontramos. Estaba ahí redonda, gigante, inmensa, azul y callada. No se veía nada por los alrededores. Nos fuimos juntando a prudente distancia y cada cual comenzó con sus exclamaciones y comentarios. Algunos decían de acercarse, otros de tirarle piedritas a distancia, otros de hablar por altavoces, otros agarrar un avioncito del aéreo club y mirarla desde arriba, otros de remolcarla hasta la plaza para estudiarla. Se nos fue la tarde completa en disquisiciones y al final nos regresamos cuando ya era noche cerrada. Y allí quedó en el campo, redonda, gigante, inmensa, azul y callada.

TRIÁNGULO AMOROSO

Íbamos de lado en lado. Nos abrazábamos en los ángulos. Nos acurrucábamos en los vértices. Éramos un jolgorio. Al final, nos fuimos por la hipotenusa.

SIMPOSIO DE SONIDOS

Armamos un simposio de sonidos. Los gritos de mamá, los rezongos de mi hermana, el gruñido de mi padre, la flatulencia de mi tío, los eructos del padrino y los ronquidos de la abuela. Agregamos, para darle un poco más de majestuosidad y de intriga, el chirrido de las puertas y el ahogo de las canillas. Toda la casa y la familia acompañaron de manera académica. Después entregamos certificados de asistencia y distribuimos menciones al mérito. Mi responsabilidad de ceremonial y protocolo estuvo lucidísima.

A LA HORA DEL TÉ

La jalea de frambuesa nos negó la entrada diciendo que éramos muy poca cosa, cinco rodajitas de mala cara para una mesa tan oronda. Y nos quedamos afuera, mirando por la ventana, y nos contentamos mordiéndonos las unas a las otras.

CONSECUENCIAS DE LA POBREZA

Éramos tan pobres que lo único que teníamos para comer eran hostias fritas en grasa de velas. Mamá las traía el domingo y las racionaba para toda la semana. Después, en el tiempo de las brevas, mejorábamos la dieta. De ahí, dicen las tías, nos viene esta piel traslúcida y nacarada que nos da caritas de ángeles, esta esmirriada figura que parecemos muñequitos de altar, estas dulces miradas que nos dan un aire celestial. ¡La languidez tiene tantas transformaciones!

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RICARDO ALBERTO BUGARÍN (General Alvear, Mendoza, Argentina, 1962). Escritor, investigador, promotor cultural. Publicó Bagaje (poesía, 1981). En microficciones ha publicado: Bonsái en compota (Macedonia, Buenos Aires, 2014), Inés se turba sola (Macedonia, Buenos Aires, 2015) y Benignas insanias (Sherezade, Santiago de Chile, 2016). Diversas publicaciones periódicas y revistas especializadas han publicado trabajos suyos tanto en Argentina como en Ecuador, España, Italia, USA, Venezuela, Chile, México, Perú, Colombia y Uruguay. Textos de su libro Bonsái en compota han sido traducidos al francés y publicados por la Universidad de Poitiers (Francia).

Imagen | Juan Osorno 

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