CUENTO La visión correcta (Machu Picchu) | Patricio Peralta


I

Se levantó con el aroma del café y le contó a su esposa que había soñado con una paloma que le vaciaba la cloaca en su camisa. Los detalles se diluían trago a trago.
          —Eso significa que necesitás una camisa nueva, son todos viejas las que tenés. Comprate una ahí al lado del puente.
          No le hizo caso.
          Llegó al trabajo y se enteró que el portugués Gonzales se retiraba a fin de año, que algunos puestos se reacomodaban y que él era candidato a un ascenso. El otro nominado era Funes, un compañero de toda la vida, un amigo que él mismo había recomendado a la empresa.
          Aunque no dijo nada, le pareció injusto que estuvieran compitiendo pues él tenía más antigüedad. Esperaba un gesto por parte de Funes y esa espera podría ser larga.
          Cuando regresaba le aparecieron aquellas imágenes como una visión. Fue justo antes del estruendo del puente de metal, donde cerraba los ojos en una práctica meditativa inventada, procurando no dormirse por temor a que lo roben. Las imágenes fueron breves; confusas en el orden pero nítidas y únicas. Le recordó la época de las travesuras inocentes en la cual él también  jugaba con la maquinaria.
          Revisó su billetera y se decidió. Ingresó a uno de los comercios de la avenida y se compró una camisa. Tardó bastante en elegirla, no le gustaban demasiado. Finalmente optó por una de color gris oscuro. No era la camisa soñada, pero el logo de la marca se le parecía. Los detalles habían reaparecido.

II

—Linda camisa —le dijo Funes en aquella mañana tibia.
          —Si, y baratita, vos…
          —Vení que conseguí una máquina de café y la estamos probando —interrumpió su amigo casi arrastrándolo del brazo.
          Funes nunca había llegado tan temprano y no le preguntó por qué venía del segundo piso (recordó esta escena tiempo después, cuando con la familia acordó postergar el viaje a Machu Picchu por un año).

III

Y fue el siguiente lunes, el día que ve a su compañero jugando con el autoelevador en el otro extremo del complejo. Funes es así, impetuoso, habilidoso y también irresponsable. Y al igual que en aquella visión antes del puente de metal, Funes estaba haciendo piruetas con el aparato, compitiendo con alguien más, haciéndolo recular para luego volcarlo y quebrarse unas falanges. Se le trasponen las imágenes de su mente con las de la realidad y se confunde. Y ve que no vale la pena gritarle, que está un poco lejos, y que no puede explicar en un sólo grito el destino conocido. Luego sale del shock y las imágenes se reordenan. Ve a Funes sonriente y al otro pibe de apellido raro. Es ese otro muchacho el que había volcado la máquina y con el dolor en la mano en esta realidad.

IV

Tiempo después vino la otra visión. Fue en esos viernes que son más viernes que los demás, cuando los músculos se desinflan al contacto con el primer asiento. El grito de Funes lo exaltó, reaccionó con una sacudida hípnica, como las que parecen provocar el miedo de caernos de la cama. Una sección derrumbada. Retrasos y pérdidas para la empresa. Funes el responsable.
          Abrió los ojos al mundo real. Frente a él, una mujer con un ojo blanco contenía su risa, lo señala a la cara y luego al hombro y le dice sin tapujos: Te cagaron.
          Miró la camisa manchada y comprendió que la no linealidad no implicaba menor certeza y que debería permanecer atento.
          La imagen de Machu Pichu no encajaba con las restantes.

V

Otro lunes como todos en la oficina de siempre. Cuando vio la orden impresa se dio cuenta. El formulario celeste era inconfundible. Gracias a que le hacía caso a las instrucciones sabía lo que iba a pasar. Gracias a que sabía algo de estructuras, lo del centro de gravedad, de la necesidad de ir reacomodando los contenedores pues al encastrarse proporcionaban rigidez y todas esas cosas.
          Lo mejor era echar un vistazo o impedirlo.
          Y cuando fue, lo verificó. Efectivamente era el B3 y la mitad inferior había sido saqueada. Luego el roce desataría aquel dominó que había visionado. Evaluaba las opciones frente al grito del futuro que ya había escuchado y la sangre vista.
          Tenía tiempo suficiente y sabía lo que tenía que hacer.
          Él sabía que era lo correcto.
          Pero lo correcto para el otro, no siempre es lo correcto para uno.


PATRICIO PERAL R. Autor de las novelas cortas Hiperhistorias y Validación (disponible en Amazón), y Desdoblamiento y El héroe de los sueños (inéditas). Ganador del certamen de microrrelatos de la Revista Guka y 4° premio del certamen Guanusacate letras, en homenaje a A.M. Shua de Jesús María. Obtuvo menciones con la correspondiente inclusión en varias antologías de certámenes españoles y publicaciones en antologías en papel y digitales de Argentina. Twitter: @peraltaPtr Página web: https://patricioperaltar.wordpress.com/

0 Comentarios